Pero esta ilustración no expresa el más profundo sentido en que esta palabra debe ser interpretada, que es el de la aplicación personal. El individuo es en sí mismo una horda vulgar, un caos, una multitud de deseos, pensamientos y pasiones confusos hasta que son sometidos a disciplina. Pero, presente entre estos y emergiendo de entre ellos, el hombre ordinario es consciente de un elemento espiritual y más elevado en él, que puede cultivar o ignorar, pero que en sus mejores momentos se inflama sobre su baja naturaleza desordenada, le convence de los errores del camino y le impele a vivir en nivel más elevado.
Ese elemento enaltecido queda expresado por la palabra Zorobabel. Es el zenit y punto focal de su espiritualidad en tanto opuesto a su inteligencia ordinaria carnal; es la cumbre de todas sus facultades, el Príncipe de su pueblo. A esas mismas facultades o pueblo es a las que se refiere con las palabras habiendo mi pueblo obtenido piedad (o habiéndose regenerado), así como en el texto el pueblo que se sienta en la oscuridad ha visto una gran luz.